Al segundo día, Pablo Casado se dio por aludido. Su equipo revela que vivía interpelado y que oler el napalm de la opa hostil desde la primera mañana, pero decidió torear la moción de censura de Vox con un silencio tan espeso que llenaba de inquietud los diputados del PP, que durmieron sin saber si al día siguiente en el Congreso pulsado el botón del no o de la abstención. “No he contestado hasta ahora a sus provocaciones por respeto a sus votantes.
La moción no la dispara contra el gobierno, sino contra el partido que le ha dado trabajo 15 años, pero el tiro le ha salido por la culata. Aceptó el órdago. Hasta aquí hemos llegado “, espetó el líder del PP al de Vox, Santiago Abascal, en un combate inédito. Con 52 votos de Vox y suficiente ante 298 votos en contra que van del PP a la CUP, el peor marcador de una moción de censura desde 1978, Pedro Sánchez se refuerza y mira ya al presupuesto. “Reforçadíssim, sale el gobierno y también el bloque de la investidura”, avisa La Moncloa.
El espectáculo parece una tradición tan propia de la izquierda que ayer tanto el presidente Sánchez como su vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, ministros y diputados de todos los partidos progresistas se frotaban los ojos por el virulento cisma con que Casado y Abascal van a obsequiar al Congreso. “Lo que se vota aquí es si usted está capacitado para ser presidente de la cuarta economía del euro. La respuesta ya era clara y ha quedado más evidente: no “, fue el disparo de Casado para abrir las hostilidades y poner fin a la intriga.
Una vez descubierto el artificio que la moción no fue nunca una censura a Sánchez, sino una opa de Vox a Casado para suplantar el PP como el partido alfa de la derecha española, se impuso un giro de guión y ya nada ser el mismo.