Los Estados Unidos llegan al día de las elecciones al límite, con la tensión por las nubes, con una angustia galopante. El día que todos esperaban ya ha llegado y lo hace lleno de dudas, en medio de una pandemia que ya ha afectado a los comicios, tanto en el fondo como en la forma, con una división y polarización social enorme, y con la certeza de que, cualquiera que sea el resultado, el país que salga como resultado de las urnas será totalmente diferente de lo que hay actualmente.
Todas las encuestas, sondeos y predicciones auguran que Biden no debería tener problemas para ganar las elecciones, que las probabilidades de que él sea el próximo presidente de Estados Unidos son elevadísimas. Los senderos hacia la victoria son múltiples y son varias las combinaciones que lo llevarían a la Casa Blanca.
Pero la experiencia de hace cuatro años todavía está muy presente, y nadie se confía y todo son precauciones y palabras medidas. Los republicanos sueñan que hoy aparezca una “ola roja” que invierta las previsiones: según encuestas recientes en estados clave, dos tercios de los que votarán presencialmente hoy lo harán por Donald Trump. El nivel de participación será capital.
Ninguno de los dos candidatos quiere dejar nada al azar, y las últimas horas están siendo frenéticas, con sprints maratonianos en busca de todos los votos.
Donald Trump, tal como hizo hace cuatro años, tuvo una agenda abarrotada. Hizo cinco mítines en cuatro estados donde ganó en 2016 y que necesita conservar para tener alguna opción de reelección. Los demócratas, por su parte, desembarcaron todo el arsenal casi en exclusiva en Pensilvania, estado que se prevé que será clave para desequilibrar la balanza. Si Joe Biden consigue ganarlo, su victoria está casi asegurada.
La inquietud sobre qué pasará esta noche es incesante. La pandemia ha alterado la jornada de votación tradicional y afectará el recuento: han votado de manera anticipada más de 95 millones de personas, casi el 70% de quienes lo hicieron en 2016, y esto puede ralentizar la declaración del vencedor horas o días.
El país tiene en la cabeza que quizás mañana se quitará sin presidente electo. Sin embargo, algunos medios aseguraban que Trump tenía la intención de declararse ganador con los primeros resultados y con decenas de miles de votos por recontar, y eso le permitiría dar base a sus teorías de fraude electoral y sistema manejado en contra si, con todas las papeletas contadas, al final ganara Biden. El presidente negó, pero dijo que tiene un ejército de abogados preparado para aterrizar en el estado que haga falta para desafiar el recuento en estados gobernados por demócratas.
Ante la amenaza, el aspirante demócrata a la vicepresidencia, Kamala Harris, esquivó responder y avivar el fuego: “Estamos centrados en recordar a los votantes que hay en juego y asegurarnos de que todo el mundo vota”, dijo antes de la su gira por Pensilvania.
El ambiente enrarecido y la poca confianza en que pasará no permite descartar ninguna hipótesis. Tampoco los rumores y miedos que, con cualquier resultado, las calles se llenan de manifestaciones, disturbios y violencia de quienes no acepten el resultado. Con las protestas por la justicia racial y contra la brutalidad policial aún en la retina, muchos comercios y edificios del centro de Washington han tapiado los escaparates para evitar desperfectos. La Casa Blanca ha instalado una valla para asegurar la residencia presidencial, y se han desplegado 250 efectivos de la guardia nacional por si fuera necesario.